Esta localidad se ubica en la margen izquierda del río Chicama, al noreste del Distrito de Santiago de Cao. Por carretera se puede llegar por Cartavio o por el cruce de la Panamericana Norte.
Historia
La hacienda Chiquitoy se estableció en la localidad que antes ocupó la localidad mochica del mismo nombre, específicamente Chiquitoy Viejo I. Luego de convertirse en una ciudad chimú, los incas los sometieron y trasladaron a la población a la actual Chiquitoy Viejo II, convirtiéndola en un importante centro administrativo.
En 1535, los españoles fundaron Trujillo y poco después fundaron el poblado español de Chiquitoy, que luego formaría parte de los repartimientos asignados a los conquistadores asentados en el valle de Chicama. En 1654, Chiquitoy fue adquirida por María de Valverde, quien la dedicó al cultivo de azúcar. La hacienda se convirtió en un importante productora de azúcar y aceite, y pasó por sucesivas generaciones de los herederos de María de Valverde hasta Josefa del Risco y Oyague. Al fallecer esta, la hacienda pasó a su pariente el presbítero José de Mercedes Vigo.
En 1857, la hacienda de Chiquitoy fue adquirida por el general Juan Manuel de Iturregui, quien le añadió la hacienda vecina de Las Monjas y construyó la casa hacienda, una de las más significativas de la región. A la muerte del prócer en 1871, su familia arrendó la hacienda a los hermanos Larco Bruno, quienes construyeron una fábrica de azúcar y una destilería de alcohol. En 1901, Víctor Larco Herrera asumió el control de la hacienda azucarera y construyó en ella una línea férrea que la unía con el puerto de Huanchaco.
En 1916, la viuda del hijo de Iturregui, Susana de Orbegoso, arrendó la propiedad a su hermano Luis José de Orbegoso y González, quien constituyó la Negociación Agrícola Chiquitoy y dirigió la hacienda durante varios años. En 1959, luego de la muerte de Susana de Orbegoso, Chiquitoy fue heredada por su hija Susana de Iturregui, condesa Potocka.
La hacienda Chiquitoy fue propiedad de los Potocki Iturregui (31%) y firmas suizas (68%) hasta la Reforma Agraria de Velasco cuando fue expropiada y convertida en una cooperativa.
Leyendas
LA LEYENDA DE LA LAGUNA DEL PATO
En la época en que recién se estaban formando las actuales Haciendas Azucareras, existían en el valle extensas y hermosas lagunas. Con el devenir del tiempo y como producto de las sequías y perforación de pozos tubulares, la mayor parte de ellas terminaron por secarse.
Cerca al cementerio de Chiquitoy, distante dos km. del centro poblado, existía la famosa Laguna del Pato, la misma que se había formado a consecuencia de la filtración de los puquios. Sus aguas eran un tanto turbias y estaba rodeada de juncos, totoras y pájarobobos. Adoptó este nombre porque en ella pernoctaban grandes cantidades de patos silvestres.
La gente visitaba este hermoso paraje no tanto por la pesca, sino por la cacería de estas aves multicolores. Sucedió que un tiempo a esta parte empezó a difundirse la idea de que la laguna estaba encantada, pues ciertas noches de luna llena, habían visto bañándose en ella a una deslumbrante pata con sus patitos, todos de oro.
Dicen que en medio de la noche resplandecían como joyas sobre la superficie de la laguna y que muchos incautos perecieron ahogados por tratar de cazarlos vivos. Cierto día uno de los sobrinos de la familia Orbegoso, dueños de la hacienda, enterado de su existencia intentó darles caza; pero todo fue en vano; la pata y sus patitos, cada vez que los perseguían, aparecían y desaparecían en el agua con el propósito de cansar y lograr que sus ambiciosos cazadores se ahogaran. Buscando aquel tesoro algunos intentaron secar la laguna, pero tampoco pudieron hacerlo. Sin embargo, años después y en forma misteriosa, la laguna empezó a bajar su caudal de agua.
La pata y los patitos de oro dejaron de aparecer en las noches de luna. Finalmente la laguna terminó por secarse sin que nadie hallará nada en sus fangosas profundidades. Muchos piensan que la laguna se secó porque la pata y los patitos de oro, cansados de ser perseguidos, decidieron emigrar a la laguna El Toril, que se ubica entre Salamanca y la Cruz Verde.
El Becerro Encantado en la Huaca Colorada o Huaca que Tiembla
Vi basura, desmonte, carretera por encima de restos arqueológicos que se van perdiendo poco a poco y a esa pérdida se suma la existencia absurda de una granja de pollos en una zona intangible. Aún así, aparece el relato de un animalito que fue codiciado hace muchísimo tiempo. El relato escrito al pie de la letra nos narra el profesor Carlos Sánchez Vega quien le llama de manera corta "El becerro encantado".
"Cuentan que el viejo huaquero Matías, que vivía en Llamipe, llevado por la codicia de querer apoderarse del becerro de oro, que en plena Luna llena solía salir en la cima de la Huaca Colorada o Huaca que Tiembla, organizó una expedición con los más experimentados huaqueros de la comarca.
Llamipe. Caserío antiguo desde donde se inicia el relato del Becerro Encantado. Lugar natal de Don Matías
Fue un viernes del mes de mayo que salieron del pueblo de Llamipe con dirección a dicha huaca. Estaban decididos a todo. Atravesaron las ruinas de “Chiqtoy” o “Chiquitoy Viejo” y luego de una hora de camino llegaron al pie de la huaca. Esta era alta, de color rojizo, semejante a la arcilla quemada. Tenía forma piramidal y no se notaba en ella huella de haber sido saqueada.
Huaca Colorada
Bebiendo y chacchando esperaron que llegara las 12 de la noche para subir hasta la cima. La noche estaba iluminada por la Luna y el firmamento se encontraba tapizado de luceros. En total eran cinco los que participaban en aquella aventura. Llevaban linternas y sogas, pues pretendían enlazar al becerro para que no se les escapara. Minutos antes de la hora señalada, empezaron a escalar.
A las 12 en punto la huaca empezó a temblar. Todos estaban intranquilos y atentos en espera de que saliera aquel brillante y famoso becerro.
De pronto, y cuando menos lo esperaban, surgió el becerro de oro y su brillo los encegueció a todos. Cuatro se lanzaron sobre él con la finalidad de cogerlo. Ocurrió entonces algo sorprendente: la parte central de la huaca se abrió y el becerro, junto con los que habían cogido, fueron tragados y sepultados en medio de un ruido ensordecedor.
Luego vino un silencio sepulcral como si nada hubiera acontecido. Cuentan que al día siguiente, encontraron al huaquero Matías divagando por los arenales, había perdido la razón y hablaba cosas sin sentido. En la actualidad es la única huaca del valle Chicama que cambia de color conforme pasan las horas del día, que tiembla a las doce de la noche y a la que los huaqueros respetan y no se atreven a profanar sus secretos".
Fin
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